Escribo estas líneas durante la mañana del miércoles 27 de
junio, a pocas horas de haber comenzado el paro general con movilización impulsado
por Moyano y los suyos, y observo con interés la nueva confrontación que
comenzó.
Resulta obvio suponer que toda esta movida responde a
intereses que exceden el mero planteo sindical y no me refiero a su eventual
legitimidad: Hugo Moyano viene reclamando desde hace rato las cuestiones por la
que convocó al paro y desde lo legal lo ampara el derecho de huelga y la opción
de manifestarse (¿un poco contradictorio con sus declaraciones que se
refirieron a este gobierno como una “dictadura”, no?). Pero elevando un poco la
puntería, es evidente que esta confrontación con el gobierno se inscribe
fundamentalmente dentro de de la sucesión para el 2015.
Me pregunto: ¿está demasiado alejado de la realidad suponer
que Moyano y Scioli quieren imponer sus candidaturas o eventuales candidatos
para las próximas elecciones presidenciales? Tengo la convicción – y admito que
puedo estar errado – de que esto es así. Por lo tanto el gobierno responde con
la dureza del caso por una sencilla cuestión de interés político: cada cual quiere
imponer sus candidatos. Intenciones válidas por ambas partes, aunque en el caso
de Moyano – Scioli es definitivamente cuestionable que recurran a una
herramienta – la huelga – para zanjar cuestiones electoralistas; el camino para
imponer candidaturas debería pasar por la campaña político – electoral.
Pero amén de este costado político, existe también un
costado económico que no es menor: el gobierno tiene sus razones macroeconómicas
para sostener las medidas que irritan a Moyano, concretamente el impuesto a las
ganancias – que paga el 19% del total de la población asalariada - que la
presidente explicó claramente en uno de sus últimos discursos. Se podrá estar
de acuerdo o no con tal postura pero queda claro que no se trata de una medida
“caprichosa” por parte del gobierno, sino de simple viabilidad económica: el
sueldo de los camioneros es desproporcionado respecto al del grueso de la
población asalariada y eso se debe a - más que a los logros combativos de
Moyano - porque en nuestro país, durante décadas, se ha llevado a cabo una
sistemática destrucción del ferrocarril y como cualquier economista sabe, es
mucho más caro transportar materias primas, mercaderías, etc, en camiones que
hacerlo trenes. Desde la visión gubernamental, se trata de subir y emparejar
los sueldos más bajos de la escala y no de aumentar los más altos. Como nota al
pie vale reflexionar que a principios de los años ´70 la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)
era el sindicato más poderoso de la Argentina, lo que hablaba de un país que aun
conservaba una pujante actividad industrial / metalúrgica; que actualmente el
sindicato más poderoso sea el de chóferes transportistas, un rubro de servicio,
habla a las claras de cómo ha mutado negativamente el país.
Podemos permitirnos opinar acerca de si la movida moyanista
pretende desestabilizar o golpear institucionalmente al gobierno; en lo
personal opino que no se trata de un intento golpista o algo por el estilo;
pero también creo que tomar de rehenes por un día a la población para dirimir
internas políticas es una actitud que se asimila al chantaje, metodología que –
según afirman los que conocen de cerca el accionar del dirigente camionero – suele
aplicar a discreción.
Pero no obstante lo anterior, no hay que caer en la
tentación de demonizar a Moyano y los suyos: en primer lugar porque aunque se
objeten sus métodos, mientras todo se de en un marco de confrontación
“civilizada” no deja de ser licito; y además, de su satanización ya se
encargaron profusamente los medios opositores al gobierno y buena parte de la
clase media que sencillamente lo detesta hasta lo intragable fundamentalmente
por su origen obrero y peronista; si, esa clase media que ahora se frota las
manos deseando el descarrilamiento a como de lugar de la gobernabilidad
conseguida por Cristina Fernández.
Por otro lado no deja de resultar frustrante la inexistencia
política de la oposición que - al contrario de lo que algunos de sus referentes
declaman – parece contemplar esta importante puja de poder desde la tribuna y
emitir comentarios o chanzas de plateistas más o menos indignados ¿Tendrán algo
para decir antes del 2015? Ojalá que así sea porque buena parte de la ciudadanía
y la democracia se los agradecerá.
Por ultimo, soy conciente que hacer proyecciones de acá a
cuatro años en un país como el nuestro es dejar a Nostradamus a la altura de un
pronosticador de kermese, por lo que esa nunca fue mi idea; para eso está Doña
Lilita…
Siempre fui un lector de mesa saldos. No pretendo inaugurar
una nueva categoría o algo por el estilo y de hecho ignoro si la afirmación que
abre la presente constituya algo de lo que enorgullecerse: para canchereadas
escritas me basta con la existencia del twitter, ese terreno fugaz donde, entre
otros, los inquisidores de usos y costumbre sentencian a sus anchas. Pero no
quiero explayarme sobre este punto aunque de paso me interesaría aclarar que no
tengo ni pienso nada bueno ni malo acerca de las nuevas tecnologías; exacto: no
quiero escupir para arriba porque quien dice que el día de mañana me abra una
cuenta en el patio del pajarito azulado.
Regresando: siempre fui un lector de mesa de saldos por:
a) una cuestión de precios.
b) porque revolviendo mesas y bateas de libros he encontrado
ejemplares los cuales desconocía su existencia, dejaron de editarse y/o
anhelaba conseguir.
Lo de los precios creo que es elemental y constituye una
razón entendible: la diferencia económica suele ser bastante grande entre un
ejemplar nuevo y uno de saldo y/o usado; en cuanto a la segunda razón, creo no
necesita aclaración alguna.
En esas mesas y bateas que he recorrido la mayor parte de mi
vida, me he encontrado con obras (¿o esas obras me encontraron a mí?) cuya
lectura no solo me ha dado placer sino que me han nutrido y en no pocos casos,
cambiado y expandido mi visión de las cosas. El disfrute no pasaba – ni pasa –
por haber adquirido un libro más barato de lo que costaba en su momento; eso
constituye un mero detalle, casi anecdótico. Quiero decir que de haber tenido
disponible el dinero lo hubiese pagado con gusto. Uno suele ser hijo de la
necesidad, y eso está lejos del mero amarretismo.
Todo esto no significa que NUNCA haya comprado libros nuevos
o recién editados: lo hice muchas veces y lo sigo haciendo; numerosas obras
nunca van a parar a las mesas de saldo, y de conseguirlas usadas, si son caras,
habrá realmente poca diferencia de precio. Y otro factor importante es la
impaciencia o la urgencia: pocas veces tuve la pasta suficiente para esperar
que un libro que ansiaba leer descendiera los necesarios peldaños económicos
para aterrizar en las bateas de las librerías. He de reconocer que cuando
observo mi biblioteca y me topo con algunos de esos ejemplares que adquirí
nuevos y recuerdo haberlos pagados casi su precio en oro, eso no me pone mal
pero si me pica en alguna parte.
Y ahora, la razón de este prólogo: suelo recorrer habitualmente las
librerías de saldos y usados (sobre todo las de avenida Corrientes y aledaños) y
en la mayor parte de los casos me he encontrado con obras valiosísimas desde lo
cultural/intelectual que por cuestiones de mercado terminan siendo ofertadas a
precios poco menos que irrisorios - si los comparamos con lo que valían en el momento
de su salida al ruedo - y que conste que no se trata de libros “viejos” o
anclados en un pasado lejano: muchas de ellas no superan uno o dos años de
antigüedad.Mi idea es recomendarle
algunos de esos libros, por si se los cruzan en esas mesas o bateas que
irradian el calor de la sabiduría.
LA SOMBRA DE
LO QUE FUIMOS
La sombra de lo que fuimos es una novela de 2009 escrita por
el chileno Luís Sepúlveda, quien merced a este trabajo se alzó con el premio
Primavera de Novela de ese año, uno de los galardones más importantes en los
países de habla hispana.
El color rojo que predomina en su tapa sumado al dibujo de
la hoz y el martillo – inconfundible símbolo del comunismo - que flota, etéreo,
dentro de un pocillo de café que se adivina recargado, hace suponer a priori
que se trata de un manual o ensayo político; pero esa sensación se desvanece
rápidamente al leer el título de la obra; efectivamente, se trata de una novela
y su portada, contundente, quizá no le hace la justicia necesaria a una
historia que excede por lejos el símbolo político.
Todo transcurre en Chile, lugar en que tres amigos – Cacho
Salinas, Lolo Garmendia y Lucho Arancibia, de comprometida militancia de izquierda
- se vieron obligados a partir al exilio luego del golpe de estado llevado a
cabo por Augusto Pinochet; pasados más de treinta años desde entonces, los tres
hombres se reencuentran convocados por un antiguo camarada de legendario y
huidizo pasado: Pedro Nolasco, cuyo apodo, La Sombra, le hace justicia. La razón de la
convocatoria es dar un golpe no exento de contenido revolucionario. Pero una
banal fatalidad sesga la vida del temerario Nolasco cuando se dirige al
encuentro, por lo que los convocados, de seguir con el plan, deben apañárselas
sin él, el cerebro de la operación a emprender.
Encuadrada en un esquema de carácter policial, la novela
constituye una aguda y paródica observación sobre la historia de Chile ocurrida
durante los últimos 35 años observada por los participantes de la trama con la
necesaria distancia y la enseñanza – y por que no también con la decepción - que
procura el paso del tiempo. Luís Sepúlveda, poseedor de un estilo finamente
irónico y que no deja de lado la profundidad, construye un relato de adorables
perdedores y ambientes urbanos que consigue conmovernos. Por otra parte se
adivina que el agitado contexto político que rodea la novela está construido
fundamentalmente por vivencias personales - generacionales del autor que
contribuyen de manera determinante a enriquecer la obra.
Para aquellos que no lo tienen, Luís Sepúlveda no es un
recién llegado al mundo de la literatura: internacionalmente galardonado en
varias ocasiones, actualmente reside en España y es uno de los escritores en
lengua española más leídos y traducidos en Europa; El viejo que leía novelas de amor, su novela más reconocida hasta
la fecha, vendió 18 millones de copias y fue llevada al cine en dos ocasiones.
Y dos datos finales más que interesantes: la novela tiene
174 paginas; buena y breve, y si aun queda en mesas de saldos, no la pagaran
más de 20-25 $.
La
Segunda Guerra de Indochina, popularmente conocida como La Guerra de Vietnam -
conflicto que enfrentó entre 1965 y 1973 a la República Democrática
de Vietnam, o Vietnam del Norte, contra Vietnam del sur y los Estados Unidos de
Norteamérica – impulsó el desarrollo de una jerga propia o lunfardo entre las
tropas invasoras, mezcla de la terminología militar empleada en el conflicto y
el habla callejera que traían de sus lugares de origen los soldados. De las grandes
ciudades a la frondosa selva, este argot se conoció con el neologismo de
“Namspeak”.
El audio que sigue contiene algunos ejemplos de esta curiosa
jerga. Y varios de ellos no han perdido actualidad.
“Aquellos
largometrajes, junto a Drácula y Frankenstein, cambiaron mi vida para siempre”
Ray Bradbury.
Si hoy te concedés el inquietante placer de pasar miedo con
algunas de las nuevas versiones de Drácula y demás monstruos míticos y no
tanto, ¿nunca te preguntaste de donde provienen? Buena parte de ellos comenzaron
a dar sus primeros pasos a principios del siglo XX y gran parte de la responsabilidad
la tiene Universal Pictures.
Todo comenzó en 1912 cuando se fusionan dos productoras: la IMP (Independent Motion
Picture Company, comandada por Carl Laemmle, y la New York Motion Picture
Company. En 1915 abren los estudios
Universal City y se lanza al largometraje: los dos géneros que predominarán en
su historia son el western y el fantástico.
…Y SE HIZO LA OSCURIDAD.
Pero habría que esperar hasta 1931 para que Universal, de la
mano de Carl Laemmle, lanzase el primer gran ciclo de cine de terror. Por ese
entonces, la obra teatral inglesa Drácula – basada en la novela de Bram Stoker
– triunfaba en Londres y Nueva York y el estudio decidió comprar los derechos
para llevarla a la pantalla grande. El director Tod Browning fue el elegido
para dirigir el proyecto; pero seleccionar al actor que encarnase al sangriento
conde no fue un trabajo fácil. Los ejecutivos pensaron inicialmente en Lon
Chaney y eventualmente en – él por ese entonces aun desconocido - John
Carradine: pero el deceso del primero, ese mismo año, y la no aceptación por
parte del estudio del segundo hizo que el protagonista de la obra teatral
acabara imponiéndose: Bela Lugosi, un inmigrante húngaro que dio sus primeros
pasos en el teatro norteamericano teniendo que aprenderse de memoria la
pronunciación de sus frases. Quizás las aptitudes interpretativas de Lugosi no
fueran las mejores, pero lo cierto es que el papel le calzaba como anillo al
dedo. La cuestión fue que la película le generó muy buenas ganancias a la Universal, por lo que
rodar un segundo largometraje de terror fue poco menos que inevitable.
Ese mismo año, el estudio eligió a Frankenstein o el moderno
Prometeo - la novela escrita por Mary Shelley en 1818 - para adaptarla a la
pantalla grande y el resultado no pudo ser mejor; Bela Lugosi, cuyas acciones
producto del éxito de Drácula habían subido, se dio el lujo de rechazar el
papel alegando que el personaje no tenía diálogos y porque además no tenía
ganas de someterse a las extenuantes sesiones de maquillaje que el personaje
exigía. Esa decisión constituyó el peor error de la carrera del actor húngaro.
Boris Karloff fue el elegido para interpretar el papel,
dirigido por el talentoso James Whale, y así nació una nueva estrella del
terror. Lugosi se arrepintió toda su vida de haber rechazado el personaje y
nunca más volvió a decir que no a un ofrecimiento.
Drácula y Frankenstein generaron sendas sagas y fueron el
puntapié inicial para que el estudio se lanzase con otros productos tales como
el hombre lobo, la momia y el hombre invisible que a su vez también generaron
sus respectivas secuelas; aunque es importante aclarar que gran parte de dichas
continuaciones no respetaron necesariamente, desde lo argumental, a sus
predecesoras: casi todas ellas nacieron como historias independientes y luego
se forzaron los respectivos argumentos para que las tramas encajaran de algún
modo, creándose de tal manera intricadas historias donde los respectivos
monstruos interactuaban entre si con diverso (y desparejo) resultado artístico.
No obstante no es mi intención enumerar todas las películas de terror/fantástico realizadas durante el periodo
clásico de Universal (comprendido entre 1931 y 1946), sino tan solo rescatar aquellos
films que me gustan y que en no pocos casos me resultan fascinantes.
En 1932 Universal decide aprovechar el éxito de Boris Karloff y así nace
La momia - dirigida por Karl Freund - en la que Karloff interpreta al
resucitado Imhotep y también al siniestro y enamorado Ardath Bey. Las sesiones
de maquillaje a cargo de Jack Pierce superaron a las de Frankenstein, llegando
a las ocho horas diarias, pero realmente valieron la pena: la escena inicial,
en la que la momia vuelve a la vida enloqueciendo al arqueólogo, se encuentra
entre las secuencias más logradas del cine de terror de la época.
Esta película no tuvo una secuela inmediata, y tuvieron que
pasar diez años para que el estudio produjese La mano de la momia (The mummy´s hand, Christy Cabanne 1940),
una producción de clase B que artísticamente está bien lejos de la versión de
1932. La mano… generó tres secuelas más en las que Lon Chaney Jr. interpretaba
al monstruo (lo que al fin y al cabo cualquier actor podría haber hecho pues
resulta imposible reconocerlo bajo tanto maquillaje): The Mummy's Tomb (La
tumba de La momia, Harold Young, 1942),
The Mummy's Ghost (El espectro de la momia, Reginald Le Borg, 1944) y The Mummy's Curse (La Maldición de la Momia, Leslie Goodwins, 1944).
El hombre invisible (The invisible man, 1933) fue
otro de los grandes aciertos de Universal. Basada en la novela homónima de H.
G. Wells, la película fue dirigida también por James Whale, quien solicitó el
papel protagónico para el versátil Claude Rains quien - a pesar de trabajar con
el rostro cubierto en la mayor parte del filme - saltó a la fama a partir de
esa interpretación. Rains interpreta al científico que enloquece como
consecuencia de experimentar en su propio cuerpo la pócima de la invisibilidad.
La película se inscribe en el terreno de la ciencia ficción y el fantástico y
contiene momentos escalofriantes matizados con efectivos pasos de de comedia y ácidos
diálogos. Los efectos especiales a cargo de John P. Fulton - quien recurrió a
variadas técnicas para generar el efecto de invisibilidad del protagonista -
aun hoy siguen asombrándonos. Se trata de una excelente película.
En cambio no puede decirse lo mismo de sus continuaciones,
ambas estrenadas en 1940:The invisible
woman (La Mujer
Invisible, A. Edward Sutherland, 1940) y The invisible man
returns (Vuelve el Hombre Invisible, Joe May, 1940)
La novia de Frankenstein, secuela de la película de
1931 y dirigida nuevamente por James Whale, quien en un principio no quería
saber nada con filmar una continuación inspirada en la novela de Mary Shelley, fue
finalmente seducido por los ejecutivos del estudio al ofrecerle libertad
absoluta para la adaptación del nuevo argumento. Quizá por esto la película
posee un vuelo imaginativo pocas veces visto hasta ese momento en la historia
del género: el monstruo en esta ocasión habla, y el Barón Frankenstein decide
“construirle” una pareja, entre otros elementos. La notable intervención de
Ernest Thesiger como el retorcido doctor Pretorius y la “novia” - interpretada
por una joven Elsa Lanchester - hacen de esta secuela un producto superior a la
primera entrega.
En 1936 Carl Laemmle, al frente del estudio, es acusado de
nepostismo y se deshace de su paquete accionario abandonando el estudio junto a
su hijo Carl Laemmle Jr. El estudio entonces reorienta su producción relegando
la importancia que hasta ese momento le brindaba al género de terror. Un éxito
de ese periodo lo constituye el serial Flash Gordon, el cual contiene tanta acción
futurista como escasos sobresaltos de miedo. Los fans de la oscuridad pudieron
despuntar el vicio con La hija de drácula
(Dracula´s daughter, Lambert Hillyer, 1936) secuela del film protagonizado
por Lugosi. La hija…fue una película
poco conocida y subestimada aunque en realidad se trata de un interesante
film.
Años más tarde, en 1943, se estrenó El hijo de drácula (The son of Drácula, Robert Siodmak, 1943) con
Lon Chaney Jr. encarnando al maléfico conde Alucard.
Luego de un interregno de dos años, y cuando parecía que el
género había dado sus ultimas bocanadas (entre otras cuestiones gracias al férreo
código Hays de censura cinematográfica impuesto desde 1934 en los Estados
Unidos y que contaba con émulos por el estilo del otro lado del Atlántico,
particularmente en Inglaterra) en 1938 en él - por entonces al borde de la
bancarrota - Regina Theatre de Los Angeles sucede algo por lo menos curioso: el
cine exhibe un triple programa consistente en Drácula, Frankenstein y Son
of the Kong y las funciones se convierten en un repentino éxito: el cine
llegó a exhibir las películas 21 horas al día y la policía tuvo el trabajo de
contener a la multitud que bregaba por entradas. A Universal no se le pasó por
alto este “revival” y de inmediato distribuyó cientos de copias de Drácula y Frankenstein por todo el país.
La exhibición de estas dos películas
recaudó casi tanto dinero como en el momento de su estreno.
La oportunidad llamaba a la puerta una vez más, y Universal
se aprestó a lanzar su segundo ciclo de películas de terror. Los fans de
parabienes.
Pero es necesario aclarar que las producciones que vinieron
a continuación se trataban de trabajos no tan elaborados y originales respecto
al ciclo anterior: se recurrió a los personajes ya consagrados y, con excepciones,
los presupuestos ya no eran tan generosos.
Ante el nuevo panorama, Universal apura la salida de El hijo de Frankenstein (Son of the
Frankestein, Rowland V. Lee, 1939) Se trata de la producción más cara
dedicada al monstruo que Boris Karloff caracterizó por tercera y última vez;
pero sin embargo quien se llevó las palmas en esta actuación fue Bela Lugosi por
su interpretación del contrahecho Igor, una de las actuaciones más logradas del
actor húngaro. El encargado de terciar entre tantas monstruosidades fue Basil
Rathbone, como el atribulado hijo del Baron. Se trata de una de las buenas
películas de este periodo.
En 1935 Universal arremetió con The werewolf of London, dirigida por Stuart
Walker y protagonizada por Cordell Hull. Es un primer acercamiento hacia el
personaje y se trata de una película despareja aunque mayormente logra
transmitir todo el encanto de la vieja leyenda.
Pero la que destaca en toda la odisea lobuna – y la
que finalmente generó una saga - sin duda es The Wolf man (1941), protagonizada por Lon Chaney Jr. (si, el hijo
del gran Lon) y dirigida por George Waggner. Aun carente de la audacia o la
calidad artística de Drácula o Frankenstein,
El hombre lobo constituyó una película
muy eficaz y de hecho se convirtió en todo un clásico. A mi particularmente es
de las que mas me gustan de todo el ciclo.
Pero entrada la década del cuarenta, el género cae en una espiral
de decadencia que se ve reflejado en varias de las últimas películas de
monstruos. Se trata de trabajos adocenados en los que cualquier atisbo de
pretensión artística parece brillar por su ausencia.
The ghost of Frankenstein (El fantasma de Frankenstein, Erle C. Kenton,
1942); Frankenstein meets the wolf man (Frankenstein contra el hombre lobo, Roy
William Neill, 1943); House of Frankenstein (La guarída de Frankenstein, Erle
C. Kenton, 1944); y House of Drácula (La mansión de Drácula, Erle C. Kenton,
1945) se encuentran en rigor entre las entregas más
flojas del ciclo. Pero dicho y reconocido esto último, a los fans de estas
adorables películas tales cuestiones analíticas no nos quitan el sueño: siempre
seguiremos disfrutando este carnaval de monstruos, aun en su triste decadencia.
Abbot and Costello meet Frankenstein (Abbot y Costello contra los
fantasmas, Charles T. Barton, 1948) constituye
el “canto de cisne” del período, pero paradójicamente se trata de una divertida
comedia en la que los dos cómicos actúan junto a Bela Lugosi interpretando una
vez más al sangriento conde, junto a un eternamente atribulado Lon Chaney Jr.
En la segunda entrega de esta nota reseñaré aquellas otras
películas de terror producidas por Universal, correspondientes al mismo periodo
del que hablamos aquí.
Buenas noches.
FUENTES CONSULTADAS:
- Ronald V. Borst, Idolos
del cine de terror, Barcelona, Ediciones B, 1994.
- Jean Loup Passek, Diccionario
del cine, Madrid, Ediciones Rialp, 1992
- Weaver, Tom, “Historia del terror, los años 30 y 40”, en Fangoria Nº 1, Edición
española, junio de 1991, pp. 54-59.
- Diego Curubeto, Cine
bizarro, Buenos Aires, Sudamericana, 1996.
- Carlos Losilla, El cine de
terror, una introducción, Ediciones Paidos, Barcelona. 1993.
Nacida en 1994 como un proyecto alternativo de The Allman
Brothers Band - y vaya si se nota -, esta banda fusiona blues pesado con rock
consiguiendo un estilo sumamente armónico y a la vez demoledor.
Lo que sigue son ellos versionando “War pigs”, de Black
Sabbath; tremendo cover:
Desde mediados de 2010 hasta diciembre de 2011, Norberto
“Ruso” Verea condujo El circo miserable por la
FM Nacional Rock, de martes a sábados de 24 a 02 hs. Una idea de su
autoría en la cual el rock, la literatura y el pensamiento crítico se
entrelazaban poéticamente.
El equipo estaba compuesto por Leonardo Sai en ensayos y guiones;
Nicolás “Harry” Salvarrey y Yeti en novedades musicales; Claudini Saez en humor
y quien esto escribe en recomendaciones de cine, selección de textos y producción
ejecutiva. Laura Higa, operadora. La edición de sonido estaba a cargo del
estudio 0DB a través de Nacho y Sebas. Artística y locuciones de Omar Cerasuolo,
Mariano Chiesa, Arturo Cuadrado y Leonardo Liberman.
A continuación, un breve fragmento del programa que sintetiza
su espíritu. Al final del audio, la dirección de la pagina de Facebook del programa.
Banda alemana; si, como lo leen. La descubrí no hace mucho
tiempo aunque ellos la vienen rompiendo desde 1980. Unos tipos que hacen un
blues pulido, con mucho sentimiento y excelentemente ejecutado. Si gustan del
blues rastréenlos con prisa y sin pausa.
Dan asco. Claro, no mirar más allá de sus narices o cagarse
olímpicamente en todo - menos en su mezquino interés – suele generar actitudes
de este tipo. Y también el miedo. No recuerdo quien dijo o escribió que “un
fascista es un burgués asustado” y llevaba toda la razón.
Pero guarda: que el
cacerolazo del jueves 31 de mayo a la noche se haya concentrado
mayoritariamente en la zona norte de la ciudad – Palermo, Recoleta, Belgrano y
aledaños – no implica necesariamente que estemos ante una lucha de clases. En
nuestro país hay un montón de estos mercantilistas miserables que pululan en
todos los estratos sociales. Y como no pretendo ver en la pobreza una virtud
revolucionaria – en todo caso si en los pobres, que no es lo mismo – se debe eludir
la tentación de dividir moralmente a la sociedad por sectores geográficos. Si
bien estoy tentado a creer que es posible que haya más concentración de garcas por metro cuadrado en los barrios
arriba citados, eso no es más que una sensación, y por lo tanto no deja de
tener una fuerte carga de subjetividad de la que me hago cargo.
Que feo que debe ser vivir con tanto miedo y tan poca
vergüenza, exactamente al revés de cómo debería vivirse: no son rehenes de la
delincuencia o del gobierno, como acusan, sino esclavos de lo que tienen,
prisioneros de sus bienes que les garantizan una vida paranoica. Y nunca
entendieron que tener cosas no es bueno ni malo, sino que todo depende de la
actitud y la relación que se tenga respecto a los objetos. Gente que se esconde
por la vida con las muletas de lo que tienen en lugar de elegir la autonomía
que implica valerse por si mismos.
Al menos el noventa por ciento de los argentinos (Argentina
no termina en la General
Paz, como muchos de estos ciudadanos creen) no comercian con
dólares y/o ni siquiera tienen. El dólar es la prioridad numero 500 de la
mayoría del pueblo argentino; sin embargo para algunos medios de comunicación y
para algunos de estos tilingos, el no poder comprar verdes - para irse a Europa
o a su amado Estados Unidos a reventar las tiendas de Dolce & Gabbana o para
encargar artículos del exterior - es como vivir en Corea del norte. Y que
conste que no es una cuestión de gustos, sino de elemental sentido común:
todavía no conocí a nadie que se muriera por el hecho de no tener un par de
botas importadas, no jodamos.
Cacerolazo para voltear a un gobierno que sin embargo muchos
de ellos votaron el año pasado. Claro, hasta hace un par de meses podían
facturar en verdes y sacarla en pala hacia el extranjero sin rendirle cuentas a
nadie; hacer y deshacer diversos curros financieros (lo que sin embargo no se
acabó); pero el menor atisbo de control por parte del estado los desencaja.
Rozarles el bolsillo es tocarles el alma. Típico y asqueroso.
Algunos de los manifestantes declararon a la prensa que otro
de los motivos de la protesta fue para condenar la corrupción imperante en el
gobierno. Tanto altruismo es sin dudas conmovedor. Ahora bien: ¿Cuántos
cacerolazos protagonizó esta gentuza durante los gobiernos de Menem, paradigma
de gobierno corrupto si los hubo? La cuenta es fácil: ninguno; pero claro, me
imagino que la libre circulación de dólares que reinaba en ese momento no habrá
influido en su quietismo de antaño, ¿no?
Aunque para algo sirvió la protesta, seamos justos: La Nación pudo titular: “Cacerolazo
y protestas en barrios de la capital”, y Clarín: “Hubo cacerolazos de protesta
en varios barrios de la capital”. Pero además en la nota de este ultimo diario,
pueden apreciarse joyitas como las siguientes:
“Me tiene harta los Kirchner, ni siquiera puedo programar
mis vacaciones tranquila porque no se si voy a poder comprar dólares”, se quejó
Leticia, de Barrio Norte” (Pobre Leticia, nos solidarizamos con ella y desde ya
la invitamos a comer un asado a Lanús. Además agregamos sin cargo El Fernet y
un morocho que la apantalle)
“Esto es un desastre, con qué derecho la señora presidenta,
que vive en la Argentina,
cobra en su hotel del sur en dólares ¿Por qué?” (¿Un desastre? Bueno, no vaya a
ese hotel y listo. Después de todo no le va a dar su dinero a La yegua, ¿no?
Y los cantitos no se quedaron atrás:
“Se va a acabar, se va a acabar la dictadura de los K” (sin
duda, aunque en todo caso sería conveniente esperar a que pierdan las próximas
elecciones, ¿ok?)
“Boudou, ladrón, queremos su pensión” (¿no era que
protestaban contra la corrupción? ¿Cómo que quieren su pensión?)
Considero que protestar está bien, aun en estos casos. Eso
ni se discute. Tanto es así que estoy pensando en organizar una protesta para
que la pizza con fainá que compro en la pizzería de mi barrio llegue, vía
deliveri, caliente a mi mesa, lo que no siempre sucede ¿Qué es una estupidez?