viernes, 22 de febrero de 2013

ADORABLES PELICULAS 02


WITCHCRAFT

Director: Don Sharp / Productor: Robert Lippert y Jack Parsons / Guión: Harry Spalding / Fotografía: Arthur Lavis / Música: Carlo Martelli / Montaje: Robert Winter / Intérpretes: Lon Chaney Jr., Jack Hedley, Jill Dixon, David Weston, Diane Clare, Yvette Rees, Victor Brooks, Barry Linehan, Marianne Stone, Hilda Fenemore / Nacionalidad y año: Reino Unido 1964 / Duración: 79 min.




El cine británico ofreció durante la década de los ´60 algunas gemas de terror poco conocidas en nuestro país. Una de ellas es Witchcraft (Don Sharp, 1964), película de terror sobrenatural en la que la práctica de la brujería juega un papel fundamental.       
Rodada en blanco y negro – lo que le sienta muy bien para crear la atmósfera que requiere la historia -, el argumento trata del enfrentamiento entre los Lanier y los Whitlock, dos familias que mantienen una agria disputa que se remonta a varios siglos, atrás y que revive merced a que los primeros, en aras de la concreción de un negocio inmobiliario, arrasan involuntariamente con un antiguo cementerio en el que se halla la tumba de Vanessa Whitlock, una mujer acusada de brujería y ejecutada. A partir de ese momento, Vanessa vuelve a la vida dispuesta a acabar con la estirpe de los Ranier.          
   
Si bien se trata de una historia por demás convencional y de tono solemne (quizás concordante con la forma narrativa predominante durante el período que fue realizada), la notable fotografía con la que cuenta le imprime no solo la atmosfera que requiere el argumento, sino que también la dota de sobriedad y estilo, dejando en un segundo plano la cuestión de si se trata, o no, de una producción B. Y resulta inevitable también cierta comparación estética con las primeras producciones de terror del maestro Mario Bava, concretamente con La máscara del demonio (Black sunday, 1960), que también roza una temática similar.    

Aunque Lon Chaney Jr. aparece encabezando el reparto, en rigor no se trata del protagonista principal de la película, sino que sus apariciones se limitan a un puñado de escenas que, si bien juegan un importante rol en la trama, no lo convierten en el personaje principal. En realidad es fácil suponer que esta decisión se debió a que Chaney Jr. fue por ese tiempo un referente inevitable en esta clase de producciones. Su interpretación como el patriarca de los Whitlock es por demás sólida y convincente.   


 ¿Pero acaso los Whitlock y los Ranier son dos familias representativas de valores opuestos, como afirma Javier G. Romero en su libro El demonio en el cine? Es tentador creer que sí: los Whitlock representarían en este caso la tradición que se resiste a ser relegada por el nuevo mundo capitalista - especulativo y de moral flexible que representan los Ranier en pos de posicionar económicamente a su estirpe. Pero si bien es una válida y atractiva línea de análisis, la historia apenas si ahonda en esta interesante cuestión, priorizando en cambio la trama sobrenatural.  

A pesar de los giros previsibles en su argumento, la película se sostiene merced a plasmar efectivos momentos de terror. Don Sharp, su director (quien dirigió algunas película sobre el género para Hammer Films y fue realizador de la ultrabizarra y muy disfrutable Psychomania, (1971) hace gala de su buen oficio y consigue sacar buen provecho de la escenografía cargada de elementos góticos como así también de las acertadas apariciones de la espantosa bruja Whitlock (la galesa Yvette Rees), cuya presencia presagia el peor de los destinos para aquellos infortunados que osen enfrentarla.           
 
Aquelarres, lúgubres cementerios, rituales satánicos, sacrificios humanos, muertos vivos que regresan por venganza, y todo envuelto en una inquietante atmosfera. Una joya para los amantes del género que vale la pena descubrir. 3/5

martes, 12 de febrero de 2013

Tormented / Sangre en el faro



ADORABLES PELICULAS

Cuando se combinan un fin de semana largo con cierta - y a menudo postergada - inquietud por ordenar archivos, libros y revistas, se suele redescubrir material que en el momento de ser adquirido no se le prestó la debida atención.





Así fue como me reencontré con Tormented, o Sangre en el faro, una película estadounidense de 1960 dirigida por Bert I. Gordon, realizador vulgarmente conocido como “el maestro de los monstruos gigantes” y a quién la crítica cinematográfica, con o sin razón, jamás se lo tomó muy en serio.

Bert I. Gordon – quizás predestinado, como señala el escritor y crítico cinematográfico  Diego Curubeto, por sus iniciales, B.I.G. (grande) - fue un productor y director de la clase B que inició su carrera a mediados de los años 50 del pasado siglo XX y al que se lo recuerda por sus películas de ciencia ficción, caracterizadas por el protagonismo de hombres, mujeres y bestias de tamaños inverosímiles, ya fuese por lo grande o por lo minúsculo. Algunas de sus películas fueron muy populares en su momento, como The amazing colossal man (El coloso increíble, 1957), una querible película acerca de un hombre que se torna en un gigante irascible y que a partir de ese momento se dedica a destrozar las marquesinas de Las vegas. Otra de ellas, más acá en el tiempo, fue The food of the gods (La plaga asesina, 1976, también conocida como El alimento de los dioses) en la que un grupo de personas que arriban a una isla remota, con la intención de pasar un rato agradable, descubren horrorizadas que el lugar está habitado por animales - domésticos y no tanto – que devinieron en seres gigantescos merced a consumir un extraño alimento bautizado con el nombre que da el título al filme. Pero al parecer, en un momento de su carrera, Bert I. Gordon intentó abandonar el subgénero por el cual se hizo conocido y una de sus incursiones fuera del mismo fue la película que nos ocupa.


Tormented (Sangre en el faro, Bert I. Gordon, 1960) si bien no se aparta de los elementos extraños/bizarros que caracterizaron su filmografía, consiste en una historia sobrenatural; lo que vulgarmente llamaríamos “una de fantasmas”, envuelta en una trama policial.
 
Protagonizada por versátil Richard Carlston - actor que encarnó a varios personajes de memorables producciones del género B -, la historia trata de un músico de jazz que se traslada a vivir  a un pueblito costero junto a su joven novia, con la que está a punto de contraer matrimonio. Días después, el enamorado recibe la imprevista visita de una ex novia despechada que amenaza con malograr su casamiento recurriendo a cuanta maniobra tenga a mano para lograr su cometido. En plena discusión, la mujer sufre un accidente y pierde la vida. Luego del consiguiente shock, el protagonista finalmente respira aliviado pues cree que se sacó un buen problema de encima. Pero a partir de ese momento el fantasma de la fallecida regresará de la tumba para arruinarle la vida ¿o acaso todo está en la cabeza de este hombre, asaltado por el remordimiento?






La película parte de una premisa de corte policial y cuenta con un guión correctamente construido, tanto desde las situaciones como desde los personajes, y si bien Bert I. Gordon demuestra ser un director con oficio, sus limitaciones quedan a la vista durante el desarrollo del filme; en primer lugar, la narración carece de la fluidez narrativa necesaria, deficiencia que las efectivas interpretaciones del elenco contribuyen a atenuar; por otra parte, la ausencia de la atmósfera necesaria para crear la imprescindible tensión en el espectador, brilla por su ausencia. Quiero ser claro: la película tiene sus logrados momentos de terror (a ese respecto es notable la escena que transcurre en la iglesia) pero la tensión pasa más por el carácter policial de la historia que por la trama de horror propiamente dicha. Y a modo ilustrativo de lo que quiero decir, no puedo evitar recordar la inquietante atmosfera, creada a partir de elementos mínimos, que puede apreciarse en The Haunting (La casa embrujada, Robert Wise, 1963), por referenciar una película prototípica del subgénero.              


Respecto a las actuaciones, uno de los papeles secundarios que no pasa inadvertido es el del actor Joe Turkel, quien encarna a un cínico personaje cuyo controvertido accionar desencadena el desenlace de la trama. Turkel bien podría ser calificado como un actor de culto y fue uno de los pocos, si no el único, que trabajó en al menos tres ocasiones bajo la dirección de Stanley Kubrick; en The Killing (Los asesinos, 1956); Paths of glory (Senderos de gloria, 1957) y The shining (El resplandor, 1980). A su vez Susan Gordon, quien interpreta a la hermana menor de la novia del protagonista, merece una mención especial; la por entonces pequeña actriz se mueve con solvencia en medio de una historia inquietante y está a la altura del fundamental rol que ocupa en la historia.


Pero no obstante lo dicho, la historia consigue atrapar al espectador y en las escenas de carácter sobrenatural apela a variados efectos especiales, algunos logrados y otros francamente risibles. En cuanto a su desenlace, que por supuesto no contaremos aquí, solo diré que constituye toda una sorpresa que por cierto no defrauda. El balance final arroja una película que consigue hacerse querible y hasta inolvidable, a pesar de ser sumamente despareja.    
 
Lejos de ser una obra maestra, se trata de una película digna y entretenida. Y se me ocurre que ante la falta de ideas y la voracidad económica que por estos tiempos exhiben los grandes estudios hollywoodenses, Tormented sería una excelente elección para realizar una remake. 3/5.





martes, 5 de febrero de 2013

Opinión / Conciencia política



 LÚMPENES MEDIA


Federico Luppi dio en el blanco cuando regañó sin vueltas a Ricardo Darín; su crítica fue simple y contundente: la falta de conciencia política. Antes que nada aclaremos que se puede vivir sin ella (y haber desaprovechado las oportunidades que nos ha brindado nuestro país para adquirirla en estos últimos, digamos, 50 años) y estoy tentado, para variar, a atribuir este defecto exclusivamente a nuestra bendita clase media pero ¿lamentablemente? no es así; esa falta de conciencia atraviesa todos los estamentos sociales, aunque es evidente que los sectores medios son los que se manifiestan exhibiéndola orgullosamente como si se tratase de un preciado oropel.  


También podría definir lisa y llanamente a la falta de conciencia política como el tan mentado "me chupa un huevo", pero no es tan simple: a Darín, como a tantos otros, les importa el todo, o al menos la parte.  Pero así, por ejemplo, reducir la cuestión politica de la Argentina a "el patrimonio" de los politicos y como lo obtuvieron, no es mirar el árbol antes que el bosque, sino directamente llevarse puesta la plaza del barrio con rejas y todo.   



Una mirada elemental indica que en un proyecto político lo que importan son las ideas y la  concreción de las mismas. Se siguen y se sostienen fundamentalmente ideas y orientaciones. Es válido e inteligente discutir acerca de ellas y también de los aciertos y errores de un gobierno. La discusión acerca de si tal o cual diputado o ministro se la lleva en pala y/o es un malversador de fondos podrá ser legitima desde lo jurídico-moral, pero no aporta nada fundamental a la cuestión que nos ocupa.



Un ejemplo brutal: Rafael Videla no será recordado por haber sido un corrupto económico, pero impulsó un proyecto economico-politico que devastó nuestro pais.           



Existen sujetos con conciencia política, independientemente de las ideas que profesen; y existen aquellos que no la tienen. No se trata de tal o cual ideología, y ni necesariamente adherir a una; se trata de entender de que se está hablando cuandose habla de política. Y opinar todos pueden pero la consistencia de una opinión depende de la solidez de la razón de quien la expresa. O sea, en la discusión política entre Rocío Marengo vs. Luis D´elia, es fácil determinar quién de ellos sabe de lo que está hablando.



Por supuesto que me joden los corruptos en la función pública, como a todo el mundo; pero más me jode(ría) la corrupción estructural - aquella que violenta al individuo y a su mundo social, político, económico y cultural – es decir la que nos afecta como colectivo social. En criollo: me afecta hasta la destrucción que el sistema económico quiebre, remember 2001, y los bancos representantes del capital extrajero se queden con nuestros ahorros sin decir agua va, a que determinado funcionario lucre en un cargo en beneficio propio.



Nadie en su sano juicio bancaría a un funcionario que afana, pero encarar el análisis de la acción de un gobierno tan solo desde el eventual afano es de una ingenuidad y una orfandad intelectual alarmante. Quizá un buen indicador acerca de porqué la oposición no da pie con bola en su lucha contra un gobierno -  que va por su segundo mandato - sea porque basa casi todas sus críticas en reclamos “morales” y no hace hincapié en sus diferencias respecto al proyecto político. Me encantaría saber que postura sostienen Scioli, Binner o Macri con respecto al Mercosur – Unasur, las jubilaciones estatales, la AUH, el FMI, la industrialización, la nacionalización de YPF, la política de derechos humanos, cual será su política sindical, etc; en fin, cual es su proyecto político.



Por ejemplo, jamás pude conocer cabalmente el proyecto de la Coalición Cívica: solo escuché a Carrió exclamar que la gente quería colgar a NK, que a su velorio lo infló Fuerza bruta y algunas lindezas por el estilo. Scioli juega a la escondida idelológica y Binner es un gran decidor de insustancialidades; escuché y leí centenares de acusaciones, reclamos morales, imprecaciones, catastróficas y fallidas predicciones, pero de alternativas o propuestas políticas, poco y nada.



A mi, que quieren que les diga, en lo que respecta a la política me preocupa más conocer las ideas de Scioli que su eventual patrimonio. Porque su patrimonio es suyo, pero sus políticas es probable que afecten el mío propio. Debo estar loco, seguramente.


Ah, el periodismo; esa es su función, de acuerdo, pero no confundamos periodismo con conciencia o acción política. Y no voy a caerle al periodismo con sus trapitos sucios porque no es el caso. Pero si los periodistas podemos hacer periodismo de los políticos, tambien es válido que se pueda hacer periodismo de periodistas, aunque (y por eso mismo) a muchos colegas les moleste esto último. 

Entretienen (y venden) la comidilla, el improperio y el tráfico de chismerío político, pero constituyen el tentempié la política. A la hora de la verdad nunca podrán reemplazar al plato principal, que es la formación y la conciencia política.