jueves, 14 de junio de 2012

CINE / PELICULAS DE TERROR UNIVERSAL (1º PARTE)




QUERIDOS MONSTRUOS

 
“Aquellos largometrajes, junto a Drácula y Frankenstein, cambiaron mi vida para siempre”

                                                                                                                                         Ray Bradbury.



Si hoy te concedés el inquietante placer de pasar miedo con algunas de las nuevas versiones de Drácula y demás monstruos míticos y no tanto, ¿nunca te preguntaste de donde provienen? Buena parte de ellos comenzaron a dar sus primeros pasos a principios del siglo XX y gran parte de la responsabilidad la tiene Universal Pictures.          

Todo comenzó en 1912 cuando se fusionan dos productoras: la IMP (Independent Motion Picture Company, comandada por Carl Laemmle, y la New York Motion Picture Company. En 1915 abren  los estudios Universal City y se lanza al largometraje: los dos géneros que predominarán en su historia son el western y el fantástico.

…Y SE HIZO LA OSCURIDAD.

Pero habría que esperar hasta 1931 para que Universal, de la mano de Carl Laemmle, lanzase el primer gran ciclo de cine de terror. Por ese entonces, la obra teatral inglesa Drácula – basada en la novela de Bram Stoker – triunfaba en Londres y Nueva York y el estudio decidió comprar los derechos para llevarla a la pantalla grande. El director Tod Browning fue el elegido para dirigir el proyecto; pero seleccionar al actor que encarnase al sangriento conde no fue un trabajo fácil. Los ejecutivos pensaron inicialmente en Lon Chaney y eventualmente en – él por ese entonces aun desconocido - John Carradine: pero el deceso del primero, ese mismo año, y la no aceptación por parte del estudio del segundo hizo que el protagonista de la obra teatral acabara imponiéndose: Bela Lugosi, un inmigrante húngaro que dio sus primeros pasos en el teatro norteamericano teniendo que aprenderse de memoria la pronunciación de sus frases. Quizás las aptitudes interpretativas de Lugosi no fueran las mejores, pero lo cierto es que el papel le calzaba como anillo al dedo. La cuestión fue que la película le generó muy buenas ganancias a la Universal, por lo que rodar un segundo largometraje de terror fue poco menos que inevitable. 






Ese mismo año, el estudio eligió a Frankenstein o el moderno Prometeo - la novela escrita por Mary Shelley en 1818 - para adaptarla a la pantalla grande y el resultado no pudo ser mejor; Bela Lugosi, cuyas acciones producto del éxito de Drácula habían subido, se dio el lujo de rechazar el papel alegando que el personaje no tenía diálogos y porque además no tenía ganas de someterse a las extenuantes sesiones de maquillaje que el personaje exigía. Esa decisión constituyó el peor error de la carrera del actor húngaro.      
Boris Karloff fue el elegido para interpretar el papel, dirigido por el talentoso James Whale, y así nació una nueva estrella del terror. Lugosi se arrepintió toda su vida de haber rechazado el personaje y nunca más volvió a decir que no a un ofrecimiento.  






Drácula y Frankenstein generaron sendas sagas y fueron el puntapié inicial para que el estudio se lanzase con otros productos tales como el hombre lobo, la momia y el hombre invisible que a su vez también generaron sus respectivas secuelas; aunque es importante aclarar que gran parte de dichas continuaciones no respetaron necesariamente, desde lo argumental, a sus predecesoras: casi todas ellas nacieron como historias independientes y luego se forzaron los respectivos argumentos para que las tramas encajaran de algún modo, creándose de tal manera intricadas historias donde los respectivos monstruos interactuaban entre si con diverso (y desparejo) resultado artístico.            

No obstante no es mi intención enumerar todas las películas de terror/fantástico realizadas durante el periodo clásico de Universal (comprendido entre 1931 y 1946), sino tan solo rescatar aquellos films que me gustan y que en no pocos casos me resultan fascinantes.  

En 1932 Universal decide aprovechar el éxito de Boris Karloff y así nace La momia - dirigida por Karl Freund - en la que Karloff interpreta al resucitado Imhotep y también al siniestro y enamorado Ardath Bey. Las sesiones de maquillaje a cargo de Jack Pierce superaron a las de Frankenstein, llegando a las ocho horas diarias, pero realmente valieron la pena: la escena inicial, en la que la momia vuelve a la vida enloqueciendo al arqueólogo, se encuentra entre las secuencias más logradas del cine de terror de la época. 






Esta película no tuvo una secuela inmediata, y tuvieron que pasar diez años para que el estudio produjese La mano de la momia (The mummy´s hand, Christy Cabanne 1940), una producción de clase B que artísticamente está bien lejos de la versión de 1932. La mano… generó tres secuelas más en las que Lon Chaney Jr. interpretaba al monstruo (lo que al fin y al cabo cualquier actor podría haber hecho pues resulta imposible reconocerlo bajo tanto maquillaje): The Mummy's Tomb (La tumba de La momia, Harold Young, 1942), The Mummy's Ghost (El espectro de la momia, Reginald Le Borg, 1944) y The Mummy's Curse (La Maldición de la Momia, Leslie Goodwins, 1944).




El hombre invisible (The invisible man, 1933) fue otro de los grandes aciertos de Universal. Basada en la novela homónima de H. G. Wells, la película fue dirigida también por James Whale, quien solicitó el papel protagónico para el versátil Claude Rains quien - a pesar de trabajar con el rostro cubierto en la mayor parte del filme - saltó a la fama a partir de esa interpretación. Rains interpreta al científico que enloquece como consecuencia de experimentar en su propio cuerpo la pócima de la invisibilidad. La película se inscribe en el terreno de la ciencia ficción y el fantástico y contiene momentos escalofriantes matizados con efectivos pasos de de comedia y ácidos diálogos. Los efectos especiales a cargo de John P. Fulton - quien recurrió a variadas técnicas para generar el efecto de invisibilidad del protagonista - aun hoy siguen asombrándonos. Se trata de una excelente película. 

 

 
En cambio no puede decirse lo mismo de sus continuaciones, ambas estrenadas en 1940:The invisible woman (La Mujer Invisible, A. Edward Sutherland, 1940) y The invisible man returns (Vuelve el Hombre Invisible, Joe May, 1940)


La novia de Frankenstein, secuela de la película de 1931 y dirigida nuevamente por James Whale, quien en un principio no quería saber nada con filmar una continuación inspirada en la novela de Mary Shelley, fue finalmente seducido por los ejecutivos del estudio al ofrecerle libertad absoluta para la adaptación del nuevo argumento. Quizá por esto la película posee un vuelo imaginativo pocas veces visto hasta ese momento en la historia del género: el monstruo en esta ocasión habla, y el Barón Frankenstein decide “construirle” una pareja, entre otros elementos. La notable intervención de Ernest Thesiger como el retorcido doctor Pretorius y la “novia” - interpretada por una joven Elsa Lanchester - hacen de esta secuela un producto superior a la primera entrega. 






En 1936 Carl Laemmle, al frente del estudio, es acusado de nepostismo y se deshace de su paquete accionario abandonando el estudio junto a su hijo Carl Laemmle Jr. El estudio entonces reorienta su producción relegando la importancia que hasta ese momento le brindaba al género de terror. Un éxito de ese periodo lo constituye el serial Flash Gordon, el cual contiene tanta acción futurista como escasos sobresaltos de miedo. Los fans de la oscuridad pudieron despuntar el vicio con La hija de drácula (Dracula´s daughter, Lambert Hillyer, 1936) secuela del film protagonizado por Lugosi. La hija…fue una película poco conocida y subestimada aunque en realidad se trata de un interesante film.   


Años más tarde, en 1943, se estrenó El hijo de drácula (The son of Drácula, Robert Siodmak, 1943) con Lon Chaney Jr. encarnando al maléfico conde Alucard.  




Luego de un interregno de dos años, y cuando parecía que el género había dado sus ultimas bocanadas (entre otras cuestiones gracias al férreo código Hays de censura cinematográfica impuesto desde 1934 en los Estados Unidos y que contaba con émulos por el estilo del otro lado del Atlántico, particularmente en Inglaterra) en 1938 en él - por entonces al borde de la bancarrota - Regina Theatre de Los Angeles sucede algo por lo menos curioso: el cine exhibe un triple programa consistente en Drácula, Frankenstein y Son of the Kong y las funciones se convierten en un repentino éxito: el cine llegó a exhibir las películas 21 horas al día y la policía tuvo el trabajo de contener a la multitud que bregaba por entradas. A Universal no se le pasó por alto este “revival” y de inmediato distribuyó cientos de copias de Drácula y Frankenstein por todo el país. La exhibición de estas dos películas  recaudó casi tanto dinero como en el momento de su estreno.   





La oportunidad llamaba a la puerta una vez más, y Universal se aprestó a lanzar su segundo ciclo de películas de terror. Los fans de parabienes.
Pero es necesario aclarar que las producciones que vinieron a continuación se trataban de trabajos no tan elaborados y originales respecto al ciclo anterior: se recurrió a los personajes ya consagrados y, con excepciones, los presupuestos ya no eran tan generosos. 

Ante el nuevo panorama, Universal apura la salida de El hijo de Frankenstein (Son of the Frankestein, Rowland V. Lee, 1939) Se trata de la producción más cara dedicada al monstruo que Boris Karloff caracterizó por tercera y última vez; pero sin embargo quien se llevó las palmas en esta actuación fue Bela Lugosi por su interpretación del contrahecho Igor, una de las actuaciones más logradas del actor húngaro. El encargado de terciar entre tantas monstruosidades fue Basil Rathbone, como el atribulado hijo del Baron. Se trata de una de las buenas películas de este periodo.  


En 1935 Universal arremetió con The werewolf of London, dirigida por Stuart Walker y protagonizada por Cordell Hull. Es un primer acercamiento hacia el personaje y se trata de una película despareja aunque mayormente logra transmitir todo el encanto de la vieja leyenda.

Pero la que destaca en toda la odisea lobuna – y la que finalmente generó una saga - sin duda es The Wolf man (1941), protagonizada por Lon Chaney Jr. (si, el hijo del gran Lon) y dirigida por George Waggner. Aun carente de la audacia o la calidad artística de Drácula o Frankenstein, El hombre lobo constituyó una película muy eficaz y de hecho se convirtió en todo un clásico. A mi particularmente es de las que mas me gustan de todo el ciclo.





Pero entrada la década del cuarenta, el género cae en una espiral de decadencia que se ve reflejado en varias de las últimas películas de monstruos. Se trata de trabajos adocenados en los que cualquier atisbo de pretensión artística parece brillar por su ausencia.
 
The ghost of Frankenstein (El fantasma de Frankenstein, Erle C. Kenton, 1942); Frankenstein meets the wolf man (Frankenstein contra el hombre lobo, Roy William Neill, 1943); House of Frankenstein (La guarída de Frankenstein, Erle C. Kenton, 1944); y House of Drácula (La mansión de Drácula, Erle C. Kenton, 1945) se encuentran en rigor entre las entregas más flojas del ciclo. Pero dicho y reconocido esto último, a los fans de estas adorables películas tales cuestiones analíticas no nos quitan el sueño: siempre seguiremos disfrutando este carnaval de monstruos, aun en su triste decadencia.



 


Abbot and Costello meet Frankenstein (Abbot y Costello contra los fantasmas, Charles T. Barton, 1948) constituye el “canto de cisne” del período, pero paradójicamente se trata de una divertida comedia en la que los dos cómicos actúan junto a Bela Lugosi interpretando una vez más al sangriento conde, junto a un eternamente atribulado Lon Chaney Jr. 


 


 
En la segunda entrega de esta nota reseñaré aquellas otras películas de terror producidas por Universal, correspondientes al mismo periodo del que hablamos aquí.

Buenas noches.




FUENTES CONSULTADAS:
 
 - Ronald V. Borst, Idolos del cine de terror, Barcelona, Ediciones B, 1994.

- Jean Loup Passek, Diccionario del cine, Madrid, Ediciones Rialp, 1992

- Weaver, Tom, “Historia del terror, los años 30 y 40”, en Fangoria Nº 1, Edición española, junio de 1991, pp. 54-59.

- Diego Curubeto, Cine bizarro, Buenos Aires, Sudamericana, 1996.

- Carlos Losilla, El cine de terror, una introducción, Ediciones Paidos, Barcelona. 1993.





























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