martes, 25 de septiembre de 2012

CRITICAS CINE / RESIDENT EVIL 5



Resident Evil 5: retribution

EL CLON DE UN CLON



CALIFICACIÓN: REGULAR


Allá por 2002, la aparición de Resident Evil (El huésped maldito, Paul W. S. Anderson), significó una bienvenida revitalización del por entonces alicaído subgénero de zombies; la historia, basada en una serie de videojuegos (y devenida en una franquicia de medios que incluye historietas y novelas y películas) partía desde un concepto muy caro y característico del subgénero reglado por el padre contemporáneo de la criatura, George Romero: la crítica social hacía los oscuros estamentos del poder corporativo, en este caso motorizada a través de una historia de terror con toda la impronta proveniente del gore-splatter.            

Desde aquella primera entrega, Paul W. S. Anderson se abocó (alternando como guionista, productor y director) a construir toda una saga cinematográfica (Resident evil apocalipsis, 2004; Resident evil: extinción, 2007; Resident evil: afterlife, 2010) hasta llegar a las que nos ocupa: Resident evil 5: retribution.           

Si a medida que transcurrieron las pasadas entregas el aspecto visual se fue definiendo hasta encontrar una suerte de estilo propio principalmente deudor de Matrix, (Larry y Andy Wachowsky, 1999) y que terminó de configurarse con la cuarta entrega, Resident evil: Afterlife, también fue notable la decadencia argumental que experimentó la saga, paradójicamente también a partir de esa referida cuarta entrega: las coreografías de acción y los efectos especiales adquirieron una merecida importancia aunque en detrimento de las tramas y el espesor argumental que la saga sostuvo medianamente hasta su tercera entrega.

En esta ocasión, la historia es mínima y funciona tan solo como una mera excusa – por momentos no muy coherente y con escaso vuelo imaginativo - para que Alice (una pétrea Milla Jovovich) emprenda su lucha contra la Corporación Umbrella, esta vez manejada por La reina roja – la niñita “holográfica” que conocimos en la primera entrega de la saga - amante de los procedimientos expeditivos; tradúzcase esto como eliminar todo aquello que sea humano. En esta oportunidad, Alice tendrá por compañía a algunos co-protagonistas fallecidos en las entregas anteriores pero que merced a la magia de la tecnología regresan, algunos como aliados y otros como enemigos. Ya con el juego planteado, todo se reduce a un periplo virtual por algunas emblemáticas capitales mundiales (Nueva York, Tokio, Moscú) que desemboca, mediante tiros y explosiones, en… una base de submarinos, remanente de la antigua unión Soviética.            

Y en medio de todo este despliegue escénico – realizado para justificar un correcto 3D por otra parte perfectamente prescindible – transcurre la acción que cuenta, eso si, con una interesante fotografía y efectos visuales, aunque el esquematismo de las escenas de acción – y ante el poco interés que despierta la trama – terminan resultando, con la excepción del comienzo, monótonas, como el transcurso de la película.

El elenco no necesita recurrir a grandes reservas de talento para interpretar sus esquemáticos papeles. Resalta Michelle Rodríguez, quien impone su fuerte presencia obsequiándonos los momentos más disfrutables del entresijo. Otro de los escasos aciertos del filme consiste en sus noventa minutos de duración; de haberse extendido hubiese empeorado el resultado, lo que no es poco decir.      

Todo transcurre entre zombies que no asustan en medio del vacío dejado por una historia que se echa en falta; lo que sumado a diálogos elementales, el asunto transcurre ante la visión de un ballet pirotécnico y sin alma. Indicios claros de una saga al final de su camino.          






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