jueves, 21 de junio de 2012

LIBROS / MESA DE SALDOS - LA SOMBRA DE LO QUE FUIMOS



MESA DE SALDOS





Siempre fui un lector de mesa saldos. No pretendo inaugurar una nueva categoría o algo por el estilo y de hecho ignoro si la afirmación que abre la presente constituya algo de lo que enorgullecerse: para canchereadas escritas me basta con la existencia del twitter, ese terreno fugaz donde, entre otros, los inquisidores de usos y costumbre sentencian a sus anchas. Pero no quiero explayarme sobre este punto aunque de paso me interesaría aclarar que no tengo ni pienso nada bueno ni malo acerca de las nuevas tecnologías; exacto: no quiero escupir para arriba porque quien dice que el día de mañana me abra una cuenta en el patio del pajarito azulado.        

Regresando: siempre fui un lector de mesa de saldos por:

a) una cuestión de precios.

b) porque revolviendo mesas y bateas de libros he encontrado ejemplares los cuales desconocía su existencia, dejaron de editarse y/o anhelaba conseguir.   

Lo de los precios creo que es elemental y constituye una razón entendible: la diferencia económica suele ser bastante grande entre un ejemplar nuevo y uno de saldo y/o usado; en cuanto a la segunda razón, creo no necesita aclaración alguna.    

En esas mesas y bateas que he recorrido la mayor parte de mi vida, me he encontrado con obras (¿o esas obras me encontraron a mí?) cuya lectura no solo me ha dado placer sino que me han nutrido y en no pocos casos, cambiado y expandido mi visión de las cosas. El disfrute no pasaba – ni pasa – por haber adquirido un libro más barato de lo que costaba en su momento; eso constituye un mero detalle, casi anecdótico. Quiero decir que de haber tenido disponible el dinero lo hubiese pagado con gusto. Uno suele ser hijo de la necesidad, y eso está lejos del mero amarretismo.      

Todo esto no significa que NUNCA haya comprado libros nuevos o recién editados: lo hice muchas veces y lo sigo haciendo; numerosas obras nunca van a parar a las mesas de saldo, y de conseguirlas usadas, si son caras, habrá realmente poca diferencia de precio. Y otro factor importante es la impaciencia o la urgencia: pocas veces tuve la pasta suficiente para esperar que un libro que ansiaba leer descendiera los necesarios peldaños económicos para aterrizar en las bateas de las librerías. He de reconocer que cuando observo mi biblioteca y me topo con algunos de esos ejemplares que adquirí nuevos y recuerdo haberlos pagados casi su precio en oro, eso no me pone mal pero si me pica en alguna parte.        

Y ahora, la razón de este prólogo: suelo recorrer habitualmente las librerías de saldos y usados (sobre todo las de avenida Corrientes y aledaños) y en la mayor parte de los casos me he encontrado con obras valiosísimas desde lo cultural/intelectual que por cuestiones de mercado terminan siendo ofertadas a precios poco menos que irrisorios - si los comparamos con lo que valían en el momento de su salida al ruedo - y que conste que no se trata de libros “viejos” o anclados en un pasado lejano: muchas de ellas no superan uno o dos años de antigüedad.  Mi idea es recomendarle algunos de esos libros, por si se los cruzan en esas mesas o bateas que irradian el calor de la sabiduría. 



LA SOMBRA DE LO QUE FUIMOS

La sombra de lo que fuimos es una novela de 2009 escrita por el chileno Luís Sepúlveda, quien merced a este trabajo se alzó con el premio Primavera de Novela de ese año, uno de los galardones más importantes en los países de habla hispana.   

 


El color rojo que predomina en su tapa sumado al dibujo de la hoz y el martillo – inconfundible símbolo del comunismo - que flota, etéreo, dentro de un pocillo de café que se adivina recargado, hace suponer a priori que se trata de un manual o ensayo político; pero esa sensación se desvanece rápidamente al leer el título de la obra; efectivamente, se trata de una novela y su portada, contundente, quizá no le hace la justicia necesaria a una historia que excede por lejos el símbolo político.     

Todo transcurre en Chile, lugar en que tres amigos – Cacho Salinas, Lolo Garmendia y Lucho Arancibia, de comprometida militancia de izquierda - se vieron obligados a partir al exilio luego del golpe de estado llevado a cabo por Augusto Pinochet; pasados más de treinta años desde entonces, los tres hombres se reencuentran convocados por un antiguo camarada de legendario y huidizo pasado: Pedro Nolasco, cuyo apodo, La Sombra, le hace justicia. La razón de la convocatoria es dar un golpe no exento de contenido revolucionario. Pero una banal fatalidad sesga la vida del temerario Nolasco cuando se dirige al encuentro, por lo que los convocados, de seguir con el plan, deben apañárselas sin él, el cerebro de la operación a emprender.  

Encuadrada en un esquema de carácter policial, la novela constituye una aguda y paródica observación sobre la historia de Chile ocurrida durante los últimos 35 años observada por los participantes de la trama con la necesaria distancia y la enseñanza – y por que no también con la decepción - que procura el paso del tiempo. Luís Sepúlveda, poseedor de un estilo finamente irónico y que no deja de lado la profundidad, construye un relato de adorables perdedores y ambientes urbanos que consigue conmovernos. Por otra parte se adivina que el agitado contexto político que rodea la novela está construido fundamentalmente por vivencias personales - generacionales del autor que contribuyen de manera determinante a enriquecer la obra.         

Para aquellos que no lo tienen, Luís Sepúlveda no es un recién llegado al mundo de la literatura: internacionalmente galardonado en varias ocasiones, actualmente reside en España y es uno de los escritores en lengua española más leídos y traducidos en Europa; El viejo que leía novelas de amor, su novela más reconocida hasta la fecha, vendió 18 millones de copias y fue llevada al cine en dos ocasiones.   

Y dos datos finales más que interesantes: la novela tiene 174 paginas; buena y breve, y si aun queda en mesas de saldos, no la pagaran más de 20-25 $.


2 comentarios:

  1. Ay! Encontré a mi alma gemela... Pregunto: está mal llevar la obsesión saldera al punto de analizar la relación autor/cantidad de páginas/precio?
    Nos cruzamos por ahí...

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    1. Admito que yo(aun)no he llegado a tu nivel de meticulosidad, pero creo que en este terreno todo vale. Beso y gracias por el mensaje.

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